Módulo 2: La gestión del impagado.
U.D. 6: El departamento de crédito.
Sección: 2
6.04
POLíTICAS DE CRéDITO
La política de la empresa es
reflejo fiel de la ideología de la dirección y responde
directamente a los objetivos generales de la empresa. La política
de la empresa es responsabilidad de la Dirección General.
La política de crédito es tan solo un aspecto
de la política general de la empresa.
Debemos entender que la política de crédito, junto con
la política de precios, la de producto, la de servicio, etc.
constituyen un conjunto de herramientas de venta al que denominamos
política comercial. Y como parte que es de dicho conjunto, debe
ser coherente con las otras políticas citadas.
Sirvan las premisas que hemos citado para hacer comprender que decidir,
reorientar, o modificar la política de crédito no es misión
del departamento de crédito.
Cualquier decisión de política empresarial es tema de Dirección
General, aunque puede ser conveniente que, especialmente en el momento
de un cambio de política comercial, se comenten con amplitud las
nuevas directrices con todos los afectados. Es importante que la nueva política de crédito se comente con los miembros del
departamento, a fin de poder aprovechar sus conocimientos,
entender su punto de vista, mejorar los planes de acción e implicar
e identificar a las personas con las políticas y objetivos que
se adopten.
La política de crédito debe ser conocida y entendida con
claridad en este departamento y por todas las personas que forman parte
de él y tienen autorizado un cierto nivel de decisión. Esto
es fundamental y debe quedar claro desde el principio; el análisis
de riesgos, la fijación de limites y la negociación con
el cliente deben ser efectuados de acuerdo con unas directrices coherentes
y comprendidas.
Definir una política con claridad, desarrollándola en una
serie de directrices no es una tarea fácil; transmitir estas directrices
tampoco lo es. El sistema de información acostumbra a conseguir
que los departamentos conozcan las directrices, pero en demasiadas ocasiones
ocurre que aquello que se ha entendido es distinto de lo que se ha querido
transmitir y ello comporta graves consecuencias para la empresa y para
los empleados. Es por tanto absolutamente necesario, como punto de partida,
que nos aseguremos hasta la certeza, de que las directrices que damos
son asimiladas e interpretadas y entendidas correctamente.
Ya hemos dicho antes que la política de crédito es fundamentalmente
una herramienta de venta , y como tal deberá adaptarse a los
objetivos de venta de la empresa; desarrollando esta idea, de la misma
forma en que pueden coexistir diversas políticas de venta, según
el mercado, sector, línea de productos, u otras razones, podrán
coexistir diversas políticas de crédito para los distintos
mercados, sectores o productos.
Los riesgos comerciales que una empresa puede aceptar al vender a término
a sus clientes dependen directamente del margen bruto que se obtenga.
El riesgo real en que se incurre con una política de crédito
determinada, puede variar muchísimo, según sea el margen
bruto que se esté obteniendo en una línea de productos concreta;
el riesgo real es inversamente proporcional al margen bruto; es decir:
ocurre que al disminuir el margen aumenta el riesgo, y al aumentar
el margen disminuye el riesgo.
Consideremos a título de ejemplo una empresa que habitualmente
concede 30 días de plazo para todas sus ventas y que trabaja con
un margen del 20% sobre el precio de venta, para un cliente del que se
espera compre 600 euros mensuales nos encontraremos con que al cabo de
5 meses, cuando el cliente haya comprado por valor de 3.000 euros, habrá
pagado 2.400 euros, quedando pendiente de cobro y vencimiento 600 euros
y aquí el margen obtenido sobre la venta de 3.000 euros cubrirá
la totalidad del riesgo pendiente; de la misma forma si el margen fuera
solo del 10% sobre venta precisaríamos de 10 meses en los que el
cliente compraría por 6.000 euros y pagaría hasta 5.400
euros, quedando un saldo por cobrar de 600 euros, para que el margen sobre
venta cubriera la totalidad de riesgo. Este factor deberá ser tomado
siempre muy en cuenta, pues como hemos visto su no consideración
puede hacernos incurrir en errores de bulto.
De esta forma hemos visto claramente que una política de crédito
agresiva que permita pagar a los clientes a un plazo considerable en operaciones
comerciales sobre productos con bajo margen es, cuando menos, muy arriesgada
e implicará riesgos que no deseamos asumir. Y por contra, esa misma
política agresiva, puede ser un buen instrumento de venta y comportar
un riesgo razonable, en aquellas ocasiones en las que el margen con que
se trabaja es elevado.
Sin permitirnos entrar en razones de estrategia, en líneas generales
podemos afirmar que el objetivo de la venta a crédito es incrementar
el volumen de ventas, a fin de incrementar los beneficios . Por tanto,
habrá que comparar el beneficio (mejor dicho el margen bruto) que
se nos produce por el incremento de la venta con los costes derivados
de este incremento de la venta.
Los costes que nos genera la venta a crédito son principalmente
de tres tipos:
-
El
coste de los recursos empleados para sostener o financiar el aumento
de la cuenta de deudores → El aumento se produce en forma inmediata al
aumento de crédito, sin olvidarnos de los descuentos de pronto
pago, que equivalen al coste de los recursos adelantados por el deudor.
-
El
coste de administración del crédito a clientes → Conlleva el incremento de trabajo en los
diferentes servicios de administración, los gastos de búsqueda
de información, los controles de cobro, y los gastos ocasionados
por gestión de cobro de impagados.
-
El
coste por insolvencia o fallidos → Esta partida es especialmente difícil
de prever y deberá estimarse como un porcentaje de las ventas (orientativamente
puede estimarse un porcentaje similar o algo superior al que nos pedirían
por un seguro de crédito). En las épocas de bonanza, este
coste se mantiene habitualmente por debajo de las previsiones planificadas
y no crea ningún problema, pero en cuanto el mercado manifiesta
debilidad y la venta decae, inexorablemente este gasto se incrementa rápidamente
y puede llegar a desestabilizar la situación económica de
la empresa; por su comportamiento irregular con tendencia a dispararse
en los peores momentos, es especialmente peligroso y temible.
En aplicar nuestra política de crédito, al dar
facilidades de crédito, esperamos que tenga lugar un aumento
significativo de la facturación, de tal forma que ocurra
que el aumento del margen bruto que se obtenga al aumentar la
facturación, nos compense sobradamente de todos los nuevos
gastos en los que incurriremos; de esta forma se alcanzará
el objetivo de incrementar el beneficio. Ahora bien, este aumento
de ventas, nos obligará a aumentar la inversión
en clientes y eso quiere decir aumentar el empleo de recursos;
este empleo de nuevos recursos debe quedar justificado por los
beneficios que se produzcan como consecuencia del aumento de ventas,
de tal forma que su rentabilidad nos resulte adecuada.
O sea, que el beneficio que se nos puede producir por aplicación
de una determinada política de crédito debe ser
considerado no sólo en términos absolutos, como
rendimiento, sino también en términos relativos
con relación a la inversión necesaria, como rentabilidad.
Y podría ocurrir que al expandirnos, nuestros rendimientos
aumentaran, pero que la rentabilidad media de los recursos empleados
por la empresa disminuyera, y esto pudiera ser considerado, compatible
o incompatible con los objetivos de la empresa a criterio de Dirección
General.
Hemos visto que existe una gran interrelación entre los
aspectos expuestos de la política de crédito, con
los objetivos financieros de rentabilidad deseada y de riesgo
admisible, con los objetivos comerciales de volumen de ventas
y de situación en el mercado para unos productos y con
las prácticas de la competencia, que mediatizan nuestra
conducta; y, en consecuencia, podemos asegurar que la política
de crédito, como conjunto de directrices financiero-comerciales,
es una herramienta compleja, que no puede considerarse nunca en
forma aislada sino que hay que entenderla siempre formando parte
del conjunto de políticas de empresa.
Cuanto hemos dicho acerca de política de crédito,
se refiere implícitamente a empresas grandes o medianas.
Y aunque todo el razonamiento anterior es también válido
para la pequeña empresa, hay que hacer observar que en
ésta las reducidas dimensiones, que suelen corresponderse
con escasez permanente de recursos, limitarán la cuantía
del crédito que pueda concederse a los clientes y le obligarán
a métodos de cobro más expeditivos.
Dicho de otra forma, por lo general, la política de
crédito no es el instrumento adecuado para la pequeña
empresa, pues en primer lugar le resultará cara por
el coste del descuento y engorrosa por la carga administrativa
y, en segundo lugar, le resultará muy peligrosa por cuanto
no puede tener acceso a la información y porque volúmenes
de riesgo muy normales en el sector resultarían extraordinarios
para ella; la pequeña empresa dispone de otros puntos fuertes,
de otras armas comerciales que debe saber aprovechar, y si se
viera obligada a hacer uso de la venta a crédito por alguna
exigencia del mercado, posiblemente debería asegurar su
riesgo o utilizar servicios de tipo factoring, tema este del que
ya hablaremos más adelante.
6.05
POSICIóN DEL DEPARTAMENTO EN LA ESTRUCTURA
DE LA EMPRESA
Si analizamos someramente la función
de nuestro departamento observaremos que tiene una faceta en la que se
aceptan o deniegan inversiones, y otra en la que con la acción
de cobro y de negociación, se completan las operaciones comerciales
y se puede afectar a las relaciones con el cliente.
Sin duda alguna, el departamento de crédito está muy interrelacionado
con el ámbito comercial y el financiero. Con el Departamento comercial la interdependencia
es muy fuerte, pues le presta un servicio básico de información,
y le complementa la tarea en la gestión de impagados, de tal forma
que la eficacia de ambos departamentos depende en buen grado de la colaboración
que entre ellos se logre.
La interrelación con el área de finanzas es también
muy importante, pues buena parte de la inversión de la empresa
se efectúa en crédito a clientes; y no hay que olvidar que
de la fluidez en el cobro depende la fluidez en tesorería.
La posición de este departamento se encuentra pues a medio camino
entre comercial y finanzas:
-
Hemos visto ocasiones en las
que el departamento de crédito ha estado ligado al área
comercial, en razón de considerar la venta como operación
mercantil completa.
-
En otras ocasiones, este departamento
está sujeto al área financiera en razón de
la complejidad de las operaciones.
-
Otras veces, se encuentra
incluido o dependiendo del área de control, en razón
de la importancia de la política de crédito.
-
Por último, podemos encontrar
aquellos organigramas planos que nos recuerdan a un peine, que suelen
corresponder a pequeñas y medianas empresas de comportamiento
muy ágil, donde este departamento al igual que los demás
cuelga de Dirección General. Personalmente, ninguna de estas
posiciones me parece intrínsecamente correcta o incorrecta.
No creemos que deba darse una indicación concreta acerca de donde
situar en la estructura de la empresa, o en el organigrama, a este departamento;
pues en
primer lugar la importancia de este departamento depende
de la política de crédito y de las características
de la empresa y su mercado; y en
segundo lugar la estructura que
debe adoptar la empresa no es jamás un estándar que se da
a priori, sino que es una super herramienta de política de empresa,
que debe de utilizarse para conducir la organización hacia sus
objetivos.
Así pues, la posición real en que el departamento
quede situado dentro de la estructura de la empresa va a venir determinada
por los objetivos y la política de la empresa , y va a ser un
factor determinante de la forma de actuar del departamento y, en consecuencia,
de sus resultados. Sólo a título de ejemplo, citaremos unas
preguntas:
- ¿Quién responde acerca de la calidad de los informes?
- ¿Quién decide los límites de crédito, y quién
asume la responsabilidad del riesgo?
- ¿Quién puede saltarse
estos límites?
Las respuestas que responden a estas cuestiones
varían totalmente de unas a otras empresas, pues emplean distintas
políticas y, en consecuencia, sus organizaciones y sus estructuras
difieren totalmente.
6.06
CONTROL DEL DEPARTAMENTO DE CRéDITO
Sabemos que todas las organizaciones,
excepto las más pequeñas, están formadas por un conjunto
de unidades. Y sabemos también que según el grado de complejidad
de la organización existe una jerarquización más
o menos compleja entre tales unidades. Cada una de estas unidades acostumbra
a estar confiada a una persona responsable de las actividades que se desarrollan
en ella; de este modo queda definido lo que denominamos centro de responsabilidad.
Desde el punto de vista de control, el departamento de crédito
es un centro de responsabilidad.
Como tal centro de responsabilidad, tiene unos inputs
y unos outputs. Los inputs son unos materiales, unos servicios que se consumen
y un trabajo que utiliza el departamento, mientras que los outputs son los servicios que
proporciona, los trabajos que realiza. La comparación entre inputs
y outputs nos podría determinar la eficacia del departamento.
La medición de los inputs puede efectuarse con cierta
fiabilidad en unidades monetarias, y constituyen los gastos del departamento.
Con todo, los gastos no son más que una aproximación a
los inputs reales, ya que hay inputs que no
son incluidos porque no sabemos como valorarlos; (Por ejemplo, ¿cuánto
vale la información gratuita que nos suministra un colaborador?).
La medición de los outputs se nos presenta más
problemática, por cuanto no es posible medirlos en unidades monetarias.
(¿Cuál es el valor de una información?, ¿cuál
el de una gestión satisfactoria?) En consecuencia, al faltar
una medida monetaria de los outputs del departamento, medida
que equivaldría a los ingresos, nos resulta imposible conocer
el resultado económico directo del departamento.
Ocurre que en este departamento no existe o, mejor expresado, no puede
determinarse una relación óptima entre los recursos que
le destinamos y el servicio que nos suministra. Dicho de otra forma,
no tenemos base matemática para decir cuántos son los
recursos que deben destinarse a este departamento, y porqué han
de ser unos y no otros.
Consecuentemente, podemos decir que el departamento de crédito
es un centro de gastos discrecionales. Por tanto, la cantidad de
recursos que se le destinarán será decidida en forma
discrecional, según criterio de la Dirección General,
y será una decisión subjetiva.
Hay límites de pura lógica fuera de los cuales los costes
de este departamento son sin duda alguna demasiado altos o demasiado
bajos, pero este abanico es tan amplio que por regla general no supone
una ayuda importante.
Saber lo que efectúan otras empresas de tipo similar y compararlo
con lo que hacemos nosotros puede ser un punto de referencia.
Y aunque conseguir que las empresas comparadas sean suficientemente
equiparables no sea fácil, y aunque realmente no hay razón
alguna para asegurar que lo que hacen otras empresas sea lo adecuado,
y aunque es muy peligroso considerar como estándar aceptable
lo que haga el promedio del mercado, hay que tener en cuenta que estas
comparaciones no dejan de ser la mejor alternativa de que disponemos.
Y como hay que decidir la cantidad de recursos que se destinarán
al departamento, lo haremos utilizando la totalidad de medios a nuestro
alcance, utilizando el buen criterio, y aprendiendo progresivamente
de la revisión de nuestros resultados.
Observemos que además, en situaciones de difícil medición
de los outputs producidos, como ocurre en el departamento
que nos ocupa, se produce una tendencia de incremento de gastos con
total independencia de lo que suceda con los outputs. Esta
observación no es trivial, sino que es un hecho real que debe
ser prevenido.
Si no podemos valorar nuestro output en unidades monetarias,
nos veremos obligados a medirlo en otros términos.
Fácilmente vemos que nuestro output puede ser descrito,
desarrollado y cuantificado de una forma descriptiva, y una posibilidad
consiste en describir los servicios, trámites y actos que se realizan
indicando la cantidad de prestaciones de cada tipo. Se tratará
de algo así como una relación de productos servidos.
El departamento puede realizarla con bastante precisión y además
se pueden dar estimaciones de tiempo que ocupan algunas gestiones o
servicios bastante habituales; con ello tendremos un punto de partida.
Veamos un ejemplo:
Cantidad |
|
Tipo de servicio |
200 |
|
Calificación de
cliente nuevo: |
|
40 |
Denegaciones
de crédito. |
|
160 |
Aceptaciones
de crédito. |
500 |
|
Recalificación
de cliente antiguo. |
20 |
|
Recalificación
de grandes riesgos. |
|
|
|
1 |
|
Mantenimiento de una Base
con 9.000 efectos. |
240 |
|
Informes diarios de incidencias
recibidas. |
12 |
|
Informes de situación
de cartera |
|
|
|
412 |
|
Incidencias por letra
devuelta. |
30 |
|
Incidencias por talón
devuelto. |
190 |
|
Incidencias por reposición
retrasada |
|
|
|
62 |
|
Visitas a clientes para
negociación y cobro. |
40 |
|
Visitas recibidas de clientes. |
|
|
|
55.000 |
|
Euros de incidencias recibidas. |
50.000 |
|
Euros recobradas o renovadas. |
3.900 |
|
Euros pasadas al servicio
jurídico. |
|
Este trabajo de relacionar, describir con bastante detalle y cuantificar
en lo posible, todos y cada uno de los servicios y trabajos que realiza el
departamento no es un esfuerzo baldío, pues nos obliga a profundizar
en el conocimiento de la actividad del departamento, y a la vez que nos
permitirá una planificación más correcta, es posible
que detectemos algunas actividades superfluas.
El conocimiento detallado de los datos históricos acerca de los
servicios producidos, y el del coste total de este servicio, nos dan una
primera idea realmente útil para ayudarnos a decidir cuanto hay
que gastar en el departamento, y que output es el que deseamos
obtener.
Aunque algunos de estos servicios produzcan costes directos, no tiene
sentido caer en la tentación inocente de querer valorar cada uno
de estos servicios en función de tiempos de dedicación,
ya que aparte de que el problema no tiene solución definible por
tener más incógnitas que ecuaciones, su resolución
carece de significado, ya que output verdadero son
los resultados eficaces y no los servicios y las gestiones en sí.
El verdadero output del departamento es su contribución
real a los objetivos de la empresa, es decir, su eficacia ; esto es
lo realmente importante, lo que de verdad estamos buscando, pero para
nuestra desgracia resulta que la eficacia es un concepto que aunque real,
es intangible; lo que significa que no se puede tocar ni medir.
Aparentemente estamos en un callejón sin salida; pero sabemos que
todos nosotros estamos diariamente apreciando y calificando valores intangibles
como las virtudes o los sentimientos humanos; y ahora deberemos apreciar
y calificar la eficacia de un departamento, a sabiendas de que esta apreciación
será siempre subjetiva y no exacta.
Al decidir un presupuesto para el departamento, convendrá incluir
además de los gastos directos desglosados con el detalle que solicite
planificación, una relación en la que se identifiquen en
forma clara los diferentes tipos de servicios y la cantidad de servicios
de cada tipo que se presupone se van a efectuar. Esto no lo efectuaremos
para mejorar la eficacia, sino que tiene la misión de prevenir
que el presupuesto tienda al alza sin justificación; y que intenten
colocarse como justificadores otros outputs que no estaban
previstos.
El cumplimiento del presupuesto a efectos de control no significa gran
cosa por sí mismo; es tan solo eso: un cumplimiento. Este, deberá
ser valorado con relación a los resultados obtenidos, si deseamos
poder emitir un juicio razonado.
Hasta aquí hemos estado hablando del control del trabajo en el
departamento, y del control de la eficacia del departamento, es decir,
de su utilidad. Ahora bien, dado que la Dirección de la empresa
ha decidido unas políticas determinadas con
el fin de alcanzar los objetivos generales de la empresa, podemos afirmar
que esta medida de la eficacia de nuestro departamento pasa por un aspecto
intermedio en el que hay que medir en qué grado se está
cumpliendo el objetivo intrínseco de éste, que es la aplicación
de la política de crédito planificada.
La mejor forma posible es la del autocontrol. Es decir, que sea el propio departamento quien
indique a través de la información que genera de forma periódica,
el grado de cumplimiento y las desviaciones que se están produciendo.
Si una información es producida en el propio departamento, todas
las personas que lo componen aceptarán su fiabilidad (no podrán
alegar incomprensión ni suponer que se trata de información
manipulada), y la preparación de los datos y lectura de la información
les está indicando en qué grado están alcanzando
sus objetivos, e implícitamente obligando a efectuar correcciones;
con ello sólo restará en casos complejos, efectuar el análisis
de las causas que provocan las desviaciones. Sobre la información
que se precisa para un buen control hablaremos con suficiente extensión
en próximos capítulos.
El autocontrol que se efectúa a través de la información
que periódicamente suministra el departamento nos será particularmente
útil para la medición de los aspectos cuantificables.
Pero nos queda por determinar alguna forma de valorar la verdadera eficacia
del departamento. Es decir, hemos de valorar si la actividad que se desarrolla
en el departamento es acorde y contribuye adecuadamente a los objetivos
generales de la empresa; hemos de responder a la pregunta: ¿Lo
estamos haciendo bien de verdad?
La respuesta a esta pregunta y la valoración de este concepto son
difíciles, precisamente por su carácter de intangibles y
no cuantificables. Para ello precisaremos de todos los elementos cuantitativos
de que dispongamos y de la observación atenta por parte de dirección
acerca de aspectos muy sencillos y que son consecuencia directa de un
buen hacer de fondo; todos estos datos nos podrán dar una imagen
subjetiva acerca de la eficacia de la labor desarrollada.
Aspectos tales como los que a continuación indicamos son los que
convendrá observar atentamente:
-
La satisfactoria evolución
de las relaciones humanas entre los responsables de este departamento
y los de las áreas comercial y financiera.
-
La sensibilidad herida que
puedan manifestar clientes a los que se les han aplicado las normas.
-
La forma en que se efectúa
la actividad del departamento, sus manifestaciones externas de todo
tipo.
-
El clima laboral reinante
en el departamento.
Estas valoraciones tan absolutamente subjetivas son laboriosas y especialmente
ingratas, pues realmente quien debe efectuarlas no sabe cómo comenzar,
pero se hacen por cuanto son necesarias; para resultar fiables estas valoraciones
precisan de una continuidad en el esfuerzo de observación; y es
esta continuidad precisamente la que nos va a permitir el aprendizaje
y una mejora continua de la eficacia.