Régimen de tipo de cambio fijo
1. Introducción
La elección de un régimen de tipo de cambio fijo para una determinada economía obedece a cuestiones más ideológicas o políticas, de intervencionismo estatal, que pragmáticas u objetivas. Se trata de mantener una divisa a un determinado tipo de cambio indefinidamente, ya sea por encima o por debajo de la oferta y la demanda en el mercado, en base a motivos puramente económicos y no arbitrarios.
En este sentido, es un modelo que rompe con las reglas del juego librecambista y, por requerir intervenciones permanentes del banco central que la aplique, su sostenibilidad a largo plazo es incierta. Para explicar las consecuencias de esta política monetaria es necesario establecer dos escenarios: el de la voluntad de mantener una moneda sobrevalorada o infravalorada. Se entiende que, para mantener una divisa valorada de forma fija al precio que vale, el tipo de cambio lo debería determinar únicamente la interacción de la oferta y la demanda de divisas en el mercado, así que ya no podríamos hablar de tipo de cambio fijo sino flexible.
2. Moneda sobrevalorada
Imagine que un país decide imponer un tipo de cambio fijo para su moneda propia X, con la finalidad de mantenerla sobrevalorada, es decir, que se paguen más dólares, yenes o euros por 1X de lo que realmente vale. Para ello, es necesario introducir en el mercado más demanda de X, de tal manera que su precio en moneda extranjera suba.
Ello implicaría que el Banco Central de dicho país comprara su moneda propia con los dólares, yenes o euros que tiene en su balance. El problema es evidente: esta acción llevada a cabo numerosas veces acabaría con las reservas de divisas de las que dispone un banco central, que no son ilimitadas, y llegaría un punto en el que no se podrían llevar a cabo más intervenciones.
No obstante, los beneficios que podría tener una política de este tipo serían notables para economías caracterizadas por una gran necesidad importadora. Imaginemos que en este país se compran muchos coches americanos y que el Banco Central ha conseguido, mediante sus intervenciones, aumentar el precio de su moneda X: que se paguen 2$ por cada X en vez de 1$ que se pagaba antes. Pues bien, un coche americano que valía 30.000$ y, por lo tanto, 30.000X antes de las intervenciones, ahora costaría 15.000X gracias a la política monetaria del gobierno. Si se extrapola la compra de coches a una dependencia energética del exterior o a una serie de necesidades importadoras, los frutos que pueden dar estas políticas, como mínimo temporalmente, son grandes. Por último, cabe destacar que, en caso de ser una economía muy industrializada y exportadora por naturaleza, este tipo de política encarecería sus productos en el mercado exterior, hecho que la hundiría claramente.
3. Moneda infravalorada
Imagine que un estado con soberanía en materia monetaria, llamado Z, decide establecer un tipo de cambio fijo por debajo del valor de su moneda, que lleva su mismo nombre. Con este objetivo, normalmente a base de imprimir billetes de Z, el Banco Central va al mercado y pone en venta su moneda propia, es decir, compra moneda extranjera intercambiándola por su moneda propia. De esta manera, se introduce más oferta de Z y su precio baja.
El efecto inflacionario que tiene esta política tiende a ser muy elevado, puesto que se mantiene infravalorada una moneda propia a base de inundar el mercado con ésta. Por el contrario, el Banco Central de este Estado acumula, con las mencionadas intervenciones, cantidades enormes de divisas (dólares, euros, yenes, etc.) que pueden llegar a desestabilizar a otros economías si, en algún momento, venden la moneda extranjera que tienen en su poder. Sonado es el caso de China, que acabó el año 2012 con 3.31 billones de dólares, reservas que se han multiplicado por cuatro desde 2005. Si China quisiera deshacerse de sus reservas de dólares americanos, las subidas de precios no tendrían precedente.
Como consecuencia directa de esta política, que al orquestarse se llama devaluación monetaria, se gana competitividad exterior ipso facto. Imagine que Z es un país exportador de zapatos, cuyo coste unitario son 10Z, y que el Banco Central ha conseguido, mediante sus intervenciones, que se pague 1$ por cada Z, en vez de los 2$ que se pagaban antes. El efecto inmediato de la devaluación interna es que los zapatos, en el exterior, valen 10$ en vez de 20$, lo que hace más atractivo el producto en el exterior. Antes de la llegada del euro, las devaluaciones competitivas eran un mecanismo muy utilizado por los países del sur de Europa para impulsar las exportaciones.
4. Conclusiones
Si bien los regímenes de tipo de cambio fijo favorecen, a través de la certidumbre, el comercio internacional y juegan un papel clave en la atracción de inversión extranjera, también son potencialmente desestabilizadores e insostenibles.